El cuidado infantil en Estados Unidos se ha vuelto prohibitivamente caro, superando el costo del alquiler en la mayoría de las principales áreas metropolitanas. Esta crisis obliga a las familias a tomar decisiones imposibles, perjudicando desproporcionadamente a los hogares de bajos ingresos y perpetuando las desigualdades sistémicas. El problema no es sólo financiero; refleja una profunda subvaloración del trabajo de cuidados y una falta de voluntad política para tratar el cuidado infantil como infraestructura esencial.
La brecha de asequibilidad: una emergencia nacional
Datos recientes confirman que para las familias con dos niños pequeños, los costos del cuidado infantil ahora superan las tarifas promedio de alquiler en las 100 ciudades más grandes de Estados Unidos. El costo anual promedio de un niño ha aumentado en $3,700 desde 2017, alcanzando $13,100 en 2024. Esta carga obliga a los padres a sopesar opciones como que uno de los padres deje la fuerza laboral o renuncie a gastos esenciales para llegar a fin de mes.
Este problema no es nuevo: los costes se han mantenido constantemente altos, mientras que los precios de los alquileres han experimentado ligeros aumentos. La brecha es más extrema en ciudades como Omaha, Nebraska y Milwaukee, Wisconsin, donde dos niños bajo cuidado cuestan más del doble que el promedio de un apartamento de dos habitaciones.
La escasez de proveedores: salarios bajos y gastos en aumento
La tensión financiera no se limita a los padres. Los proveedores de cuidado infantil enfrentan márgenes muy estrechos y luchan por pagar a los trabajadores un salario digno y al mismo tiempo mantener los servicios asequibles. El salario medio por hora de los trabajadores de cuidado infantil en Pensilvania es de sólo 15 dólares, más bajo que el de muchos puestos minoristas que ofrecen bonificaciones por firmar y un salario inicial más alto.
Los proveedores están atrapados en un círculo vicioso entre los crecientes costos operativos (alimentos, seguros, etc.) y la necesidad de mantener precios competitivos. Algunos informan que los gastos de seguro se han triplicado, lo que los obliga a absorber pérdidas o traspasarlas a los padres. Las fórmulas de reembolso estatales a menudo no cubren los costos reales, lo que obliga a los proveedores a buscar subvenciones o segundos empleos para mantenerse a flote.
Subvaloración sistémica: género, raza y fracasos políticos
Los expertos dicen que la crisis del cuidado infantil se ve exacerbada por actitudes obsoletas y fallas políticas. Algunos legisladores todavía se aferran a la noción de que el cuidado infantil es principalmente una responsabilidad de los padres y no una necesidad social. Este sentimiento es particularmente pronunciado en estados con legislaturas conservadoras, donde la financiación pública para la educación infantil sigue siendo insuficiente.
La crisis afecta desproporcionadamente a las mujeres negras, que constituyen un gran porcentaje de la fuerza laboral del cuidado infantil. Su trabajo está históricamente infravalorado y los proveedores a menudo son vistos como “niñeras” en lugar de educadores. Esta devaluación contribuye a los bajos salarios y las malas condiciones laborales.
Las consecuencias más amplias: impacto económico y brechas de aprendizaje
La falta de servicios de cuidado infantil asequibles tiene consecuencias económicas de gran alcance. Limita la participación en la fuerza laboral, obliga a los padres a elegir entre trabajo y cuidados y amplía las brechas de aprendizaje para los niños pequeños. Las escuelas reconocen cada vez más el impacto de las privaciones en la primera infancia, y algunos distritos están ampliando los programas de preescolar para abordar los déficits de habilidades académicas y sociales.
Las empresas también están haciendo sonar la alarma: la falta de servicios de cuidado infantil asequibles altera los horarios de los empleados y obstaculiza la productividad. Las cámaras de comercio están presionando para que se aumenten los subsidios estatales para garantizar una fuerza laboral estable.
Sin servicios de cuidado infantil asequibles, las comunidades no pueden funcionar eficazmente. Es una infraestructura crítica, no un lujo.
La crisis del cuidado infantil es un fracaso sistémico con profundas raíces en la desigualdad económica, los prejuicios de género y la negligencia política. Para abordarlo se requieren cambios políticos integrales, incluido un aumento de la financiación pública, salarios justos para los trabajadores y un cambio fundamental en la forma en que la sociedad valora el trabajo de cuidados.



















